miércoles, 31 de agosto de 2011

El transcurrir de las horas [bosques de mi mente]

Y de pronto el dolor se vuelve inevitable. Tú te vas. Tú te vas, yo me quedo tendida en la cama, mareada, confundida, intentando descifrar la marcha de sensaciones que se suceden en mi cuerpo. Te fuiste, nos fuimos, y estallé justo donde el dolor y el placer se funden y confunden, desnuda, vulnerable [ah, cómo el placer nos hace vulnerable]. Quería que me destrozaras, que entraras sin pedir permiso, con rabia, sin pensarlo, del modo más animalesco que el amor te permitiera expresar. Quería que te adueñaras de todo, que me expusieras de golpe al placer, dándole le cara, mirándolo a los ojos, aferrándome unos segundos... pequeñas muertes, pequeñas vidas, y así lo hiciste.


No puedo explicar cómo fue la caída, estuve en el cielo, en el paraíso, estuve dejándome morir y resucitando lentamente, como si en realidad no estuviera más que agonizando. Quise que te quedaras, que me abrazaras mucho tiempo, que acariciaras mis cabellos, mis muslos desnudos, mis diminutos senos, quería sentir toda tu agitación en calma, saborearla, palparla, oírla, mirarla en colores... pero te fuiste, y yo quería llorar porque después de sentirme un sólo ser a tu lado, te fuiste, te fuiste y fue como si me arrancaran la mitad del cuerpo, como si la mitad de mi alma fuera desgarrada. Necesito volver a verte, me estoy sintiendo un poco adicta a ti. A esta hora todo me importa nada, sólo quiero ver tus ojos, tus largas pestañas, sólo quiero escuchar tu risa, tu voz, me siento un poco muerta y no lo entiendo, no lo entiendo porque sé que aunque no estás aquí para abrazarme sigues siendo mío y nada lo va a cambiar. Tengo miedo, miedo negro, miedo monstruoso, canibalesco, tengo de ese miedo que se arrastra lentamente, de ese que te arranca pedazos, de ese miedo que te entierra las uñas en el alma y no te permite morir, tengo miedo estar sin ti, tengo miedo al abandono, tengo miedo a no poder parar, a seguir con esta violencia, con esta inseguridad, tengo miedo a aburrirme de ti, de mí, tengo miedo a dejarte de besar, miedo a la condena de tu recuerdo, tu mero recuerdo, tengo miedo a la luz de día, esa que nos avisa que los días van pasando y que se acerca la despedida, esa luz que nos avisa que los placeres se irán yendo.



Quiero estar contigo, arrancarte un beso de los labios, sentir tu sabor a cerveza y tabaco, quiero ver cómo te vistes, desvestirte, verte desde la cocina, oírte cantar. Tengo miedo porque todo es tan parecido, porque el abandono me está mirando, otra vez... no sé si me lo imagino o si de verdad está ahí, tengo miedo porque siento lo mismo, el mismo dolor en el espejo y se aparecen en mi cabeza un montón de escenas similares. Tiemblo. Me detengo, me repito: tú no te vas a ir porque tú me amas, repito: él me ama, me ama como nunca nadie me ha amado, me ama dulcemente, no sé por qué pero me ama, lo sé porque sus ojos me lo dicen todo el tiempo. No quiero hacerte daño y no puedo evitar que suceda porque es mi única forma de defenderme. De pronto soy todos los asesinos en uno, me convierto en todos los hombres que me rompieron el corazón y te voy crucificando en mi cruz, pero no quiero, no me gusta verte sangrar, me duele tu dolor porque eres parte de mí, eres mi otra mitad, eres.



Quiero decir tantas cosas pero no digo nada. Mi almohada tiene tu olor y me aterra, me aterra porque también tuvo el suyo, involuntariamente se impregnó con su aroma, con ese extraño aroma que ahora ya no existe, ahora está tu olor, deliberadamente lo dejaste allí, quise llorar cuando lo hiciste y no sé bien por qué, no sé bien por qué después del placer quise llorar... debe ser porque te fuiste y no pude quedarme agarrada a tu cuerpo, con la brisa y el sol de testigos, con Calamaro cantando una melodía que no pueda descifrar.


Estoy triste porque no estás, estoy confundida porque parece que se está sobrescribiendo una historia, pero es tan distinta, pero es tan igual, eres tú... y también te amo, más, mucho más,

te amo.

sábado, 6 de agosto de 2011

.

No hay otro ser en el mundo, con el que me sienta tan rechazada, tan fea, tan poco deseada y a la vez tan amada, no lo entiendo, no me entiendo. No te creo. Yo soy una bolsa inerte, un cuerpo sin vida, que no se toca, que no se mira. Un cuerpo que se penetra rápido, con furia, lento, cerrando los ojos e imaginándose otras formas, deseando otra cosa. Me vuelvo nada, me ato a la nada y sigo cumpliendo deseos, no por obligación, lo hago porque quiero, porque me gusta todo eso, me gusta cómo se siente el calor y estallo sin alcanzar nada, ni una estrella, porque el cielo no está allí donde se cumplen sus simples placeres, el cielo está en ese lugar en que me siento mirada/admirada, allí donde los ojos se apresuran, donde se dilata, donde la sangre fluye, donde las manos desvisten disfrutando el camino, disfrutando el paisaje.

Pero yo no soy esa, a mí no se me disfruta, a mí se me penetra.

 
Real Time Web Analytics