Solía tener mucho miedo de soltarte, de dejarte ir.
Solía creer que el mundo era un mundo mejor desde que apareciste iluminando mis lugares más oscuros.
Solía creer que eras la persona más buena del universo entero.
Solía creer que eras alma de mi alma, carne de mi piel.
Solía creer que estar sin ti era igual a que me arrancaran un pedazo de mi cuerpo, un
brazo, una pierna, o quizá algún órgano fundamental.
Solía creer, soñar, sentir tantas cosas que pensaba que me iba a deshacer en mil pedacitos
de tanto sentir, de tanto amar, de tanto desear
Solía creer tanto en ti que ni toda la fe del universo tenía espacio en mi alma: creía
tanto en ti que de a poquito dejé de creer un poco en mi también, no había espacio para
ambos en mi corazón.
Te entregué mi alma, mi mundo,
mis latidos,
mi respiración.
Te entregué lo más sagrado,
te confesé mis más oscuros secretos,
inventé nuevas formas de volar para estar siempre a tu lado
porque dios sabe que mi más ferviente deseo era estar siempre junto a ti,
cuidándote,
dándote amor,
haciéndote feliz.
Pero fallé,
fallé de múltiples maneras,
me equivoqué tanto que pensé que nunca volvería a acertar en nada,
pero debes saber que , aunque del modo más imperfecto, te amé tan profundamente
que ni yo sabía que se podía amar de esa manera.
Te amé como a nadie,
te amé con todo lo que pude,
te amé sin guardarme nada,
sin miedo,
sin dudas,
te amé como si me lanzara al vacío,
apostándolo todo,
apostándome a mí.
Pero ya no más,
ya no hoy,
ya no mañana,
ya nunca más
Nunca más
nunca más
nunca más.
Hoy ya no es lo que solía ser,
no soy la misma,
tú no eres el mismo,
el mundo ya no se ve igual.
Así que te dejo ir,
y lo hago sabiendo que en el acto también me dejo ir a mi,
sabiendo que con todo esto también me concedo a mi misma la libertad,
la posibilidad de tener nuevas posibilidades,
la oportunidad del volver a amar, y en ese volver a amar, volver a amarme a mí también.
Te voy a borrar un tiempo de mi historia,
te voy a arrancar de mi cuerpo hasta que vuelva
a tener el valor de mirarte sabiendo que lo que tuve a tu lado ya no lo tendré más,
sólo te volveré a permitir en mis recuerdos cuando tenga la plena certeza de que ya no me vas a
volver a doler nunca más.
Me despido para siempre,
me despido porque tú te soltaste de mi hace mucho y yo no
me había dado cuenta que todo este tiempo a lo único que estaba agarrada era al aire,
tu mano se fue hace tanto, hace tanto que dolía siquiera reconocerlo.
Te dejo ir,
nos dejo ir,
me dejo ir a mí también.
Me libero y me dejo elevar por el viento,
me vuelvo ligera como una pluma y permito que aire se encargue de mis lágrimas,
que las nubes acunen mi dolor.
Ya me he derrumbado de tantas maneras que necesito volver a poner manos a la obra,
necesito volver a levantar muros,
pintar paredes,
abrir ventanas.
Necesito volver a construir, dejar de destruirme.
Estoy cansada de tanta sangre,
de tanta lágrima,
de tanto invierno,
de tanto dolor.
Necesito dejar el duelo de una vez, respirar, volver a creer.
Así que, como dice la Julieta, qué lástima pero adiós. Me despido de ti y me voy.
Fin de la función, se apagan las luces y se baja el telón.