sábado, 6 de agosto de 2011

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No hay otro ser en el mundo, con el que me sienta tan rechazada, tan fea, tan poco deseada y a la vez tan amada, no lo entiendo, no me entiendo. No te creo. Yo soy una bolsa inerte, un cuerpo sin vida, que no se toca, que no se mira. Un cuerpo que se penetra rápido, con furia, lento, cerrando los ojos e imaginándose otras formas, deseando otra cosa. Me vuelvo nada, me ato a la nada y sigo cumpliendo deseos, no por obligación, lo hago porque quiero, porque me gusta todo eso, me gusta cómo se siente el calor y estallo sin alcanzar nada, ni una estrella, porque el cielo no está allí donde se cumplen sus simples placeres, el cielo está en ese lugar en que me siento mirada/admirada, allí donde los ojos se apresuran, donde se dilata, donde la sangre fluye, donde las manos desvisten disfrutando el camino, disfrutando el paisaje.

Pero yo no soy esa, a mí no se me disfruta, a mí se me penetra.

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